Eran las 10:50 a.m. y habiamos 20 jugadores de un total de 25 esperando recibir nuestro paquete, la mañana era hermosa, el sol iluminaba con todo su esplendor el centro de la Ciudad de México, y lo único que no me gustaba era el calor que con el transcurrir de los minutos aumentaba y comenzaba a broncearme de una manera poco agradable, los segundos se hacían minutos y la incertidumbre crecía también con el correr del tiempo. Miraba hacia los demás escaques y la gran mayoría ya había comenzado sus partidas, y sólo algunas pocas continuaban esperando la entrega de los tableros. Ante esa situación mi molestia era evidente, había planeado muy bien este día, mi familia estaba a mi lado y la idea de que no podría jugar me irritaba en demasía. 35 minutos después todos mis compañeros de mesa fuimos integrados a diversos escaques, era evidente que la organización del evento fue ampliamente superada, sin embargo el cambio de mesa resulto benéfico en algunos aspectos. Uno de ellos fue la ubicaci